No será un comienzo de año más. Transitar de 2015 a 2016, por circunstancias especiales, se insinúa distinto a lo conocido últimamente. La llegada de
No será un comienzo de año más. Transitar de 2015 a 2016, por circunstancias especiales, se insinúa distinto a lo conocido últimamente. La llegada de un nuevo Gobierno marca una agenda diferente y, en este caso, más trascendente que otras veces. Es por eso que el sector automotor espera el inicio de esta etapa con expectativa e incertidumbre. Ya pasó el tiempo de las promesas de campaña; es momento de realidades. Del balance del año que concluye se pueden rescatar dos hechos positivos: que el mercado cae menos de lo esperado y que, finalmente, 2015 termina. Porque más allá de lectura optimista de alguna fría estadística, los meses que transcurrieron desde enero hasta hoy -por el sólo hecho de someterse a la arbitrariedad del calendario- van a ser recordados con un sabor amargo. Son tantos los problemas, que el próximo equipo económico deberá estar iluminado para resolverlos.
En el plano interno, se vivió un año de menor a mayor. Comenzó con un clima negativo de arrastre de 2014, pero con el transcurrir de los meses la situación fue mejorando. Esto puede tener varias explicaciones pero es cierto que hay una que se encuentra en los experimentados reflejos de los consumidores argentinos habituados a una economía que no perdona a los ingenuos. Si se concreta en el corto plazo la devaluación anunciada, los precios de los 0 km deberán, irremediablemente, aumentar y muchos buscaron, anticipando la compra por una cuestión de meses, evitar pagar más caro su próximo auto. La brecha de dólar blue y una financiación atractiva potenció esa demanda.
Una demanda que chocó contra el importante faltante de unidades como consecuencia de las restricciones a las importaciones que viene aplicando el Gobierno. Nunca, como en 2015, el mercado tuvo tantos problemas de abastecimiento, algo que permitió la generalización de sobreprecios. Sólo la vuelta a la normalidad por parte de la gestión entrante podrá corregir semejante desarreglo.
Claro que esta particular política de administración del comercio exterior es una consecuencia de un problema más complejo y que afecta a toda la economía: la falta de dólares. Se espera con ansiedad en las automotrices la solución que se le dará a este cerrojo monetario que frena la actividad. No sólo limita la importación de autos sino que complica la producción local que depende en un 80% de autopartes que se compran en el exterior.
A esto se suma la continuidad de otra medida que tiene su impacto negativo. La suba de los impuestos internos a comienzos de 2013 que disparó los precios y provocó, lisa y llanamente, la desaparición de una parte importante de la oferta de vehículos. Se inició con la alta gama importada, pero la inflación fue haciendo que cayeran en esa trampa autos del segmento medio, incluso nacionales. Otra medida que necesita ser corregida.
Pero si los problemas internos fueran pocos, la próxima gestión tendrá en su contra un factor externo clave: la crisis económica de Brasil. Alrededor del 70% de las exportaciones de 0 km argentinos tienen como destino ese país que, en los últimos meses ha reducido su demanda a un nivel alarmante y se teme que no se recuperará en el corto plazo. En una industria montada para exportar, que su principal mercado se derrumbe es el peor escenario. En las empresas reconocen que ya no pueden sostener el nivel de empleo ante esta situación y que los programas de suspensiones que se vienen llevando a cabo son insuficientes.
Por todo esto, la expectativa ante un nuevo Gobierno; por todo esto y ante difíciles problemas, la incertidumbre.
FUENTE: AMBITO.COM 24/11/2015